El juez de la hipocresía


EL JUEZ DE LA HIPOCRESÍA

 

Fingimiento de sentimientos, ideas y cualidades, generalmente positivos, contrarios a los que se experimentan; así define la RAE. el concepto de hipocresía.

Una forma de vivir para algunos y una forma de ser para otros; denostada y alabada según su utilización y rendimiento. Cuando en política la actitud constante o esporádica de fingir creencias, opiniones, virtudes, sentimientos, cualidades, o estándares que no se tienen o no se siguen consiguen los propósitos o metas planteadas y se ganan comicios o se llegan a acuerdos diplomáticos favorables, la utilización de la hipocresía como engaño o ardid para un fin es considerada un arma rentable y hasta es aplaudida en los ámbitos donde se desarrolla.

El tendero que te sonríe cuando te vende un producto y te enumera sus beneficios o cualidades a sabiendas de que no es lo que quieres realmente, el magistrado que dicta sentencia contra alguien de forma arbitraria, el religioso que en el púlpito predica lo que no cumple, el agente de la ley que la infringe y luego nos la aplica con rigor, el sindicalista que predica el reparto justo de la tierra y se lucra con latifundios y sobresueldos, el profesor que adoctrina con malicia rompiendo las normas éticas de la enseñanza, el médico que te prescribe una medicación sin saber realmente su alcance, tan sólo para observar sus efectos; y así un sinfín de actuaciones, tan cotidianas como la vida misma, tan naturales como lo es la hipocresía para las relaciones diarias con nuestros congéneres.

Todo esto puede parecer natural, hasta comprensible, no deseamos enfrentamientos y este es el camino para evitar discusiones, conflictos no deseados, para mantener alegre al prójimo y a nosotros mismos, o simplemente para aguantar la rutina habitual; así de esta forma adaptada a lo cotidiano, se acepta de forma normal, casi comprensible, y se utiliza a conveniencia, excusando su uso según convenga; nos convertirnos de este modo en hipócritas contra nosotros mismos. Sólo cuando es empleada contra nuestros intereses (la hipocresía), aparece el crítico que llevamos dentro, el caballero andante justo y noble que rechaza el uso de esas formas, de esa conducta por considerarla impropia, inmoral a los ojos de la verdad; es entonces cuando nos revelamos como Juez de la Hipocresía, como árbitro del engaño, de ese que tal vez acabamos de emplear hace cinco minutos. Entramos como no en un circunloquio explicativo interno y externo de convencimiento propio y ajeno; tan sólo el que tiene conciencia, el resto ignora al Pepito Grillo que nos reclama el verdadero axioma; y nos enfrentamos a la dualidad del ser humano en una batalla que ganaremos sin remedio ya que de una u otra forma (siendo hipócrita o no), nos decantaremos por nuestros intereses sin reparar en daños colaterales. Es por eso me pregunto ¿tiene la hipocresía grados de perversión, de daño, de ardid?

La hipocresía en sí no deja de ser ese tipo de mentira, de pantalla de la reputación que se ha convertido en una subcultura incrustada en muchos estratos de la sociedad como forma de vida. Aparentar, alegrase por los éxitos ajenos cuando no es cierto, expresar sentimientos contrarios ya sea de indiferencia o de beneplácito cuando nuestro corazón y nuestra razón confirman lo contrario es hoy día tan rutinario como ir al W.C.

En sus dos vertientes de simulación o disimulo, mostrando u ocultando nuestros auténticos propósitos, la hipocresía se convierte tanto en una defensa como en un arma, desvirtuando en ambos casos nuestro verdadero yo.

Pero a la que vamos a denostar sin lugar a dudas es a la que se utiliza con prejuicio y de forma soez para advertir en el otro lo que nosotros en más de una ocasión hemos practicado; “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”; esa que nos convierte en jueces y críticos del fingimiento de los demás, esa que critica a su congénere con la frialdad e indiferencia de quien es un auténtico hipócrita.

Por eso creo firmemente en la importancia de ser fieles a nosotros mismo con una sinceridad sin fisuras, para poder serlo con el resto de los mortales

La verdad nos hará libres”

Que los que intentan que creamos que son poseedores de una inspiración sobrenatural, en todo lo relacionado con las analogías sociales, vean y perciban con claridad, que de tontos no tenemos ni un pelo.

Queridos” políticos, sindicalistas, religiosos, señores de la farándula, doctores en ciencia ocultas, predicadores de verdades intangibles, jueces corruptos, banqueros sin escrúpulos, informadores de la mentira, amigos no deseados, esposas infieles, maridos infieles, hijos cuervos, comerciales de la mentira, médicos mercenarios, representantes de talentos, legisladores del oprobio y yo mismo, meteros la hipocresía donde os quepa.

 

                                                                                                     Juan Fco. Cañada