La mujer que perdió su sonrisa
En mi condición de intransigente beligerante sobre la cuestión que expondré, y consciente de que soy heredero de una religión (la católica), y una cultura patriarcal y machista, reniego de todo lo que sea motivo de infelicidad, tanto al hombre como a la mujer.
Mi vida familiar, es un matrimonio normal con sus altibajos, lo que si reconozco sobre todas las cosas, es que la risa o la sonrisa de mi mujer (que a nadie se le revuelvan las neuronas por esta definición), ha sido y es el combustible que recarga mi ser y mi alma de felicidad.
Pensareis con toda razón, a que viene esto, pues voy a entrar en materia.
Son pocas las sociedades matriarcales que existen hoy en día en el mundo, la etnia “mosso” en la provincia china de Yunnan, las mujeres de las tribus de un trozo de tierra en la Isla de Orango Grande en la costa de Guinea Bissau y en menor medida hasta en Juchitán al sur de México, solo estos pocos privilegiados han conseguido dar con la tecla de que la premisa “Una mujer feliz mantiene una sociedad feliz” es una verdad como un templo.
Ahora comienza la beligerancia.
¿Como podemos consentir que conviva entre la nuestra, una cultura y una religión que trata a la mujer como epidemias, lacras, (iba a decir perros pero muchos viven mejor que algunas personas), parásitos, meros instrumentos de trabajo o placer, o simplemente como objetos de posesión y procreación?
La religión ha oprimido y obviado a la mujer por tradición y temor, tanto la judía como la católica y no digamos a la que nos vamos a referir, la islámica; pero algunas religiones se están liberando de estos tapujos y están cambiando. Desde el punto de vista religioso, el pueblo judío, presenta cuatro corrientes. Tres de ellas han ido caminando hacia la igualdad, y permiten que las mujeres, ocupen lugares de liderazgo espiritual, como lo hacen también religiones cristianas o de otras creencias.
No se trata de romper dogmas sobre el poder dentro de los estamentos religiosos, sino que una mujer pueda salir a la calle sin tener que ir acompañada por un miembro masculino de su familia, sino de que una mujer pueda rezar en su templo con otras personas (llámense hombres), sino de que puedan elegir a su pareja y no que sean mas del 73% de los matrimonios concertados por los hombres, de que una mujer no sea azotada por pintarse las uñas o enseñar los tobillos, de que la salida a una situación de maltrato no tenga que ser el suicidio o autoinmolarse quemándose. ¿Sabéis que si una mujer musulmana contradice a su marido puede ser brutalmente castigada hasta el punto de quemarla viva?.
Ya sé que esto es el extremo, pero en Afganistán, Yemen, Qatar, Mauritania, Sudán, Irán, etc.., las mujeres no pueden estudiar ni trabajar sin permiso, no pueden salir solas a la calle ni hacer ruido al caminar, no pueden asomarse a sus ventanas, no pueden usar tacones altos, deben usar obligatoriamente el burka, el hijab, el niqad o el chador, todas ellas prendas que les cubre de la cabeza a los pies y que en muchos casos les dificulta la respiración. No creáis que está tan lejos, solo tenéis que ir a algunos barrios de Granada o Cataluña para ver como la mujer experimenta estas horribles torturas.
Piensa si una mujer con esta vida puede sonreír.
¿Como permitimos entonces, que una religión que oprimen a la mujer hasta extremos de tortura se integre en nuestra sociedad?; ¿donde está el Ministerio de Igualdad en esos momentos para defenderla?, ¿Para que una Ley Orgánica para la igualdad efectiva entre hombres y mujeres en la que su primer principio es que esta suponga la ausencia de toda discriminación por razón de sexo, ya sea directa o indirecta? ¿Por que no se aplica en estos casos? Mentiras las justas.
Porque la verdad se puede corromper tanto con la mentira como con el silencio (Cicerón).
Mi mujer y mi hija, estudian, cantan, hacen deporte, se relacionan con otras personas, se visten y maquillan y sobre todo se RIEN Y SONRIEN, son felices (o eso creo).
No entiendo que una persona a la que todo se le imponga y prohíba, pueda ser dichosa.
Con lo bonito que es una sonrisa que irradie felicidad y más, proveniente de un rostro femenino.
Los hombres creen gustosamente todo aquello que se acomoda a sus deseos.
Julio Cesar.
Dedicado a todas las mujeres que han perdido su sonrisa. Mi apoyo y mi comprensión.
Juan Fco. Cañada.