Aunque la Defensa Personal abarca un concepto muy amplio de autoprotección para evitar situaciones de conflicto, normalmente, cuando nos dedicamos a la práctica de esta actividad, nos limitamos y centramos en los aspectos que implican un enfrentamiento físico.
La Defensa Personal no es un arte marcial en sí mismo, sino un concepto que definido técnicamente consiste en la serie de medios de que una persona se vale para repeler un ataque contra ella, para salvaguardar su integridad física y/o sus bienes, y que se nutre principalmente de todas aquellas disciplinas marciales y deportivas que pueden aportar ideas y experiencias efectivas, pero que nos dirigen inexcusablemente a una defensa personal de lucha aunque los medios a emplear también puedan ser psicológicos, de negociación o de prevención.
Normalmente, a no ser que se hagan cursos específicos, suprimimos o tratamos someramente aspectos psicológicos del comportamiento en contextos determinados y la actitud que adoptamos ante ellos, por ejemplo utilizar una simple disculpa en un choque caminando, en vez de una amenaza, supone utilizar un ‘arma defensiva o disuasoria’ en un hipotético enfrentamiento. En la inmensa mayoría de las ocasiones, nos dedicamos a trabajar grupos de técnicas ofensivas o defensivas de carácter físico en situaciones irreales que nos introduce en un trabajo obsoleto y desvirtuado al negar la práctica, aunque sea simulada, de los aspectos psicológicos del enfrentamiento y sus situaciones previas reales, sin reglas, sin movimientos preestablecidos y con comportamientos de conducta no predecibles.
La valoración y prevención del posible conflicto, la táctica utilizada para sortearlo, la evasión o la diplomacia, pueden vedar el enfrentamiento físico y esto también es defensa personal, además, la más efectiva, la que no tiene consecuencias legales, de salud, psicológicas o de venganza. No se suele sopesar cuán importante es el trabajo psicológico y de prevención previo para soportar situaciones de estrés o afrontar un entorno comprometido con la intención de impedir el enfrentamiento físico. Trabajar el ‘evitar’ antes que el ‘repeler’ se antoja de gran importancia y de arduo cometido, la autosuficiencia cuando se tiene cierto grado de experiencia y/o habilidad lleva al camino de la confianza para solventarlo ‘con un golpe’, por lo que no solo los noveles en estas prácticas pueden caer en exceso de confianza.
Las consecuencias de una pelea, ya sean por daños a la salud, psicológicos, problemas judiciales o de posible venganza y las secuelas de éstas, son intrínsecos a ella, nadie es inmune a sufrirlas de una u otra manera.
Es evidente que una buena preparación física y técnica conlleva unos aportes psicológicos que darán seguridad para afrontar el enfrentamiento directo, pero, ¿ayuda a la hora de valorar con fidelidad opciones menos “honorables”, como son por ejemplo correr, gritar o encerrarse en un habitáculo protegido? Estas acciones que a priori nos pueden resultar nefandas, son la mayoría de las veces, las más acertadas. La cultura del ego, un nivel alto de entrenamiento o una errónea evaluación de la realidad conduce en muchas ocasiones al enfrentamiento, ya sea para satisfacerlo (el ego) o para probar todos esos duros años de entrenamiento y las habilidades adquiridas en ellos, en ambos casos la razón queda fuera de juego y por ende, en evidencia la falta de trabajo de prevención en relación a la Defensa Personal.
El entrenamiento o aprendizaje en defensa personal debe ser pues una mezcla de entrenamiento psicológico y/o emocional, entrenamiento de negociación y/o disuasión con entrenamiento de técnicas físicas. Además de por otras razones, es por una cuestión meramente fisiológica, durante una situación de mucho estrés lo primero que se pierden son las habilidades motoras finas y lo único que queda, por lo tanto, son las habilidades motoras gruesas. En otras palabras, el cerebro se vuelve primitivo, y consecuentemente este aspecto de control mental es el que debe ser trabajado con más frecuencia; si no se mantienen las cosas simples en lo que respecta al aspecto físico de una situación real de violencia, muy probablemente surjan problemas ya sean de que no pueda evitar el enfrentamiento o de que si llego a éste las técnicas aprendidas no funcionen como lo hacen en un Dojo.
En la inmensa mayoría de los casos, antes de un primer golpe, han tenido que pasar varias cosas que nada tienen que ver con el aspecto físico de una situación de defensa personal, por ejemplo, conversaciones, miradas, discusiones, antecedentes, empujones, gritos, etc.; todo ello sin contar situaciones de riesgo evitables en la rutina diaria, calle, parking, parque, bar o casa por mencionar algunas.
Los aspectos físicos de la Defensa Personal predisponen a que se quiera resolver todo de esta forma, olvidando que si uno es bueno previniendo (proceso NO físico) difícilmente le pase algo alguna vez, y en caso de que le ocurra, si es bueno disuadiendo, interactuando o negociando la situación (aspectos NO físicos) disminuirá muy considerablemente las posibilidades de verse involucrado en una confrontación física.
La realidad es que la prevención se antoja, dentro de las cuestiones que hacen a la defensa personal, la más importante de las circunstancias a evaluar y trabajar ante situaciones de riesgo. Uno puede estar bien entrenado y conocer muchísimo el arte del combate, pero lo inesperado puede siempre jugarnos una mala pasada. Todos tenemos días en que físicamente no estamos al cien por cien, todos muchas veces estamos acompañados de "inexpertos", menores de edad, parejas o ancianos, gente a la cual le resultará sumamente difícil manejar una confrontación física, y de la cuál -aunque sean meros espectadores- tendremos que estar conscientes ya sea para protegerlos o evitar que se transformen en eventuales víctimas de, incluso, nuestra propia acción o inacción.
Evaluar el entorno, valorar una ruta alternativa si nos encontramos con alguien sospechoso, mirar por la mirilla antes de abrir la puerta de casa, mantener la mirada alta y no en el suelo o focalizada en el móvil cuando paseo, entrar en el portal del edificio de casa llevando las llaves en la mano antes de abrir y no trastear el bolsillo o bolso, evitar circular en soledad, y sobre todo hacer caso de nuestra intuición, son entre muchos otros consejos, consecuencia de una actuación preventiva sin caer en la obsesión.
¿Y cómo se consigue prevenir con la suficiente eficacia? Fácil, prestando atención.
La prevención de hechos violentos depende de este modo en ese cambio de actitud sobre cuatro aspectos esenciales:
- La Comodidad o la pereza. No evitar situaciones de riesgo, por ejemplo, por no caminar un par de manzanas más.
- El Ego. No evitar el enfrentamiento por no quedar como un ‘cobarde’. Nadie quiere "ser el perdedor", pero lo que se olvida, es qué en una situación real de violencia, todos pierden y nadie gana.
- La Negación. No querer ver la realidad del peligro y pensar que no puede ocurrirnos un acto violento.
- Y el Riesgo. Ese innecesario, al que algunas personas tienen propensión, ya sea para sentirse ‘vivo’ con una dosis extra de adrenalina, ya sea por inconciencia.
Podemos aplicar pues el Principio de Pareto o Ley del 80-20 también a la Defensa Personal, y comprobar con ésta regla, la importancia de lo que venimos exponiendo.
De todos los conocimientos posibles que uno puede aprender para protegerse de la violencia, existe un 20% de los mismos que servirán para resolver el otro 80% de las situaciones en las que un individuo promedio pueda alguna vez verse involucrado. Por otro lado, existirá un 80% de conocimientos que servirán para resolver el 20% de los hechos restantes (los menos probables y más peligrosos).
Si bien, en teoría, el abanico de situaciones y ataques que un individuo puede realizar es ilimitado y depende de la imaginación humana, seamos sinceros y realistas, es muy poco probable verse enfrentado a algún experto en artes marciales que te lance patadas al rostro, alguien que sea un excelente peleador en el suelo o un experto en combate con cuchillos, por lo tanto las situaciones comprometidas pasan siempre por una serie de patrones que se reducen a la mínima expresión y los ataques que suelen realizarse en la realidad, difícilmente supere las 10 o 20 diferentes. Los delincuentes o peleadores callejeros habitualmente atacan en formas similares, y los diálogos se repiten una y otra vez.
Ya sea por la falta de imaginación, porque los ataques efectivos sean pocos o porque cuando alguien está estresado, nervioso y con la adrenalina fluyendo al máximo, el cerebro sólo permite concentrarnos en habilidades motoras simples, por lo que la cantidad de situaciones y confrontaciones físicas reales se repiten una y otra vez con los mismos modos de operar y formas de pelear.
Entonces, ¿Qué incluye ese 20% de conocimiento esencial?
En primer lugar, ser muy bueno previniendo robos, asaltos y ataques, saber controlar el miedo y las emociones durante la situación para no bloquearte mentalmente, ser capaz de decidir racionalmente bajo presión de acuerdo a la evaluación que hagas de la situación y ser muy hábil disuadiendo al agresor, manipulando su comportamiento y negociando el hecho. Con todo esto, ya habrás reducido en gran proporción el abanico de situaciones posibles en las cuales puedas verte involucrado en tu vida.
En segundo lugar, y en caso que todo lo anterior falle, lo cual ocurrirá en muy pocas circunstancias si realmente eres diestro en esas habilidades, deberías ser muy bueno identificando los límites de la situación, identificando un ataque físico inminente, y saber cómo anticipar sin dejar opción a contragolpear para poder escapar o ir a buscar un arma.
Por lo tanto, ¿Cuál sería el 80% restante de conocimiento?
El necesario para llegar a ser un experto tanto en combate de pie como en el suelo, lo cual lleva años de aprendizaje.
La mejor defensa fue y será evitar cualquier enfrentamiento, es GANAR SIN PELEAR. Esta modalidad defensiva es aplicada por casi todos los seres vivos. Uno siempre que pueda, debe poner en práctica esta técnica de lucha pasiva. Significa utilizar el sentido común, el criterio y la inteligencia. No dejarse llevar por la fuerza que nos da la adrenalina, no dejarse llevar por sentimientos engañosos. En toda lucha la mejor guía es la paciencia y el análisis que lleve al control de la situación.
El experto en artes marciales bien entrenado no debería ser sorprendido por ningún agresor, sin embargo, suele ocurrir lo contrario, sobre todo si se trata de peleadores callejeros acostumbrados a la improvisación y la falta de reglas. El exceso de confianza que significa estar entrenado en disciplinas marciales transformadas en deportes con reglas puede suponer un hándicap.
LA ÚNICA REGLA DE LOS AGRESORES, SOBRE TODO LOS CALLEJEROS, ES NO CUMPLIR NINGUNA.
La capacidad para decidir racionalmente bajo presión, es una habilidad crucial en defensa personal.
Todo individuo carente de recursos defensivos será más vulnerable a los ataques y lo peor estará más predispuesto a la gravedad de la agresión, pero serán los primeros en evitar el contacto físico. Por lo tanto buscar el equilibrio entre entrenamiento marcial y el entrenamiento emocional se me antoja imprescindible, sin olvidar que la determinación de sobrevivir, la gente que acepta la realidad que le está tocando vivir, tiene la capacidad para dejar de lado el dolor, tiene el profundo convencimiento de que “va a volver a su casa a estar con su familia” sin importar por lo que tenga que atravesar, sabe que va a ser duro pero no imposible, su determinación se siente, se percibe y esa cualidad innata para agarrarse a la vida es fundamental en el caso de una situación violenta.
Se nos plantea entonces un dilema, ¿es preferible utilizar el 80% del tiempo de entrenamiento practicando como protegerte de ataques poco probables como patadas al rostro con salto, técnicas complicadas en el suelo, o un agarre muy sofisticado? ¿O emplear ese 80% del tiempo de entrenamiento practicando cómo protegerte de ataques y situaciones más probables, dejando el 20% de restante para situaciones más complicadas?
Ocuparse primero en ser muy hábil en protegerse de manera preventiva de ese mínimo de situaciones y a continuación comenzar el camino para ser un experto en todo tipo de situaciones incluidas las de violencia en las que difícilmente puedas estar involucrado parece el camino lógico, que no deja de ser el de cualquier artista marcial, el Do.
Como practicante de Artes Marciales y beneficiario de éstas, mi consejo es que hay que utilizar parte de ese tiempo para entrenar las habilidades físicas que serán complemento indispensable de los aspectos psicológicos de la Defensa Personal.
Juan Fco. Cañada