Juan Fco. Cañada nace al sur de España, en una ciudad de pescadores, de cante, de flores en los balcones, de devotas cofradías; en una ciudad que acunó artistas y poetas, Pablo Picasso,
Salvador Rueda, Antonio Soler. En una ciudad en la que la brisa del mar te invitaba a soñar, a comer pescaíto frito, a reír y a sentir el Sol.
Así empezó la historia de un niño canijo que corría por el empedrado de las calles del Pasillo Guimbarda y se encaramaba al muro para ver, si fluía el Guadalmedina; que cada vez que cruzaba
el Puente de los Alemanes experimentaba una aventura distinta, que se le ponían los vellos de punta viendo el relevo de la guardia del Cristo de la Buena Muerte, que saboreaba el chocolate con
churros del Bar la Esperanza como si fuesen los últimos que comería en su vida.
Sus ojillos verdes llenos de curiosidad pasaban de un lugar a otro de su ciudad y su lengua con la experiencia de la de un anciano sorprendía a pequeños y mayores allá donde dibujaba sus
palabras.
Pero la Málaga de los sesenta no era la misma para unos que para otros, la vida de unos padres trabajadores y pobres no dejaba tiempo para las atenciones de Juani, que se trocó en adulto
siendo niño. Tras terminar su formación en el Colegio Público Las Flores, sus alas de la curiosidad fueron cayendo para poder atender sus prontas responsabilidades, su lógica conservadora;
había que labrarse un porvenir.
Pronto la academia militar acabaría de forjar a aquel adolescente que compraba libretas en las que narraba sus fortunas y sus desdichas en la vida, pero sobre todo en el amor, encontrando
sólo en el papel un amigo en el que depositar su confianza en forma de poesía.
Y aquella pequeña pelirroja pecosa que sólo con su mirada arrancó tras los cristales de la ventana del autobús de la Misericordia un palpitar eterno de su corazón de niño, vuelve a aparecer
sin previo aviso como mujer para recorrer juntos el camino de la vida, para llenar su vida de alegrías y de amor, haciendo renacer ese espíritu de poeta, de soñador, que quedó aletargado por las
obligaciones.
Las palabras nacían en su mente y se tornaban en versos que regalaba a su esposa, transformados en poemas o en simples suspiros de inspiración que gratificaban su alma.
Y gracias a ese amor nació su primera novela "El manípulo perdido", recuperando las alas de ese niño soñador...
Estas son solo unas pocas palabras
para describir a mi maestro, mi guía,
mi amigo, mi padre.
De tu hija que te quiere y
desea seguir viéndote volar.