CARTA
Querido y viejo amigo,
Hoy me siento con fuerzas para escribirte estas letras con intimidad, la que me
dan los años.
En un día nublado y frente a la vieja libreta me siento como el condenado a muerte al que en el último instante le conmutan la pena por una plegaria amarga, es
entonces cuando atraviesan mi alma los dulces recuerdos, aquellos que hacen
cosquillas a la obstinada nostalgia, aquellos que devuelven a mi mente inundada risas y lágrimas ocultas por igual, esos que no volverán, esos que al ser se bautizaron
eternos.
Y cómo te extraño Pasado con todos tus defectos y todas tus virtudes.
Todo es ponerse, y a eso voy, ya la pluma se encargará de defenderme y mis ojos de llorar la tinta que envenenen los días, la noches y las letras para ocultar que has pasado volando.
Es de vidrio este invierno, transparente y gélido, un violador de árboles sin tierra, esos pobres desnudos, dormidos y sin fuerza, esos seres solitarios que andan esperando que la lluvia bautice el suelo con una perenne orgía de vida y anhelando que el sol consuma el cielo oscuro. Es de vidrio y gris este invierno que me inspira a decirte un par de cosas.
Cabizbajo aguardo el olor de la luna y que la escarcha de las hojas secas se consuma y deje de molestar. Quiero saborear la espuma de los labios de mi amor con versos dulces y coronados, y sin embargo, se quiebran las letras con sonidos de tristeza y soledad.
¿Qué espero de ti, que me indultes con el infinito, que le otorgues al cuerpo lo que ya posee el alma? No soy tan tonto.
Quiero confesar que cuanto más me rechazas más te necesito, quiero confesar que hoy, en este momento, empiezo a temer por nuestra relación. Ya no te percibo como antes, ya no me estorbas, en este día comienzo a sufrir tus ausencias. Dicen que eres una parte de la vida, pero yo creo que eres toda la vida, la corta y la larga, la intensa y la fútil, la pródiga y la estéril, quién se atrevería a rechazar tu entrega, a despreciar ni siquiera un instante por microscópico que fuera.
Todo es cuestión tuya, eso es cierto. Confía en él, me dijeron, siempre encuentra el final perfecto, o al menos un final les dije. No hay nada más precioso que tú, por eso te regocijas en el poder y castigas a los que no van a tu encuentro, esos que te derrochan o te pierden sin conocimiento. Eres capaz de sacar a la luz lo más oscuro, todo lo que esté oculto.
Cronos el castigador, implacable. Maestro curtido. Un profesor concienzudo, contigo se aprende aunque sea a base de golpes, pero sólo contigo, porque ayudas a construir y destruir con la misma facilidad.
“El hombre se hace viejo muy pronto y sabio muy tarde”, dicen por ahí, justo antes de tu partida, en ese instante en el que todos queremos hablar con Dios.
Después de ti sólo me queda un hoy, cobras el pasado y pocas veces pagas el futuro. Nunca eres demasiado y siempre eres demasiado poco, corto en la existencia, infinito en la eternidad del universo. Tienes que repartir tu esencia entre tantas almas que a veces alguien se tiene que quedar sin su trozo. Y ahora que comienzo a aprender es cuando te alejas sin mirar atrás, buscando otras almas, otros cuerpos, otras mentes que saciar.
¿Quieres que viva de lo que me has prestado traidor sincero? Me niego. Dame más, ahora que empezamos a entendernos, que quiero seguir viendo y conociendo las gentes y el mundo, dame más, ahora que aprecio el instante y no te pido ningún rédito, ahora que no atraso el reloj para intentar engañarte, ahora que no viajo a otro hemisferio para robar algún resto de esos que se caen de tus rebosantes bolsillos, dame más.
Algunos pensaron que estabas en sus manos, como si unos simples dedos pudiesen abarcar toda una existencia, y otros que en el pasado fuiste mejor. Algunos podrán poseer instantes, pero quién puede retenerte. Otros quieren matarte, y sin embargo todo el mundo habla de ti, que si eres oro, que si no te tienen, que si te necesitan, que si no hay que malgastarlo, que si eres limitado, que si eres consuelo, que si eres relativo, que si dame un poco más, que si no se te puede comprar, que si eres muy valioso, que si, que si , que si… Como si algún simple mortal pudiese romper, dividir, sumar o restar tu esencia a su antojo, no saben que siempre propalas todo, que no escondes nada de nadie y que puedes multiplicarte a tu antojo. Desapareces cuando somos felices y te alimentas del desaliento y la tristeza, transmutando lento. Ya te tengo calado viejo zorro. Vas al contrario de los gustos ajenos para favorecer los tuyos. Eres el hoy en dilatación, siempre en movimiento, volando libre, vagando yermo. Eres el borrador de recuerdos, el alimentador de sueños, el pincel en el lienzo el cincel en el cuerpo.
Te he escrito esta carta amigo Tiempo para que todos te conozcan tan bien como yo. Hemos pasado tantos ratos a solas que tienes pocos secretos que ocultar, por supuesto yo a ti ninguno. He tardado pero he descubierto esa verdad incuestionable que ocultas delante de nuestras narices.
Suelta al viento lo bueno que traes, la sonrisa florecida por mil mariposas, las ubres sacudidas que dan vida a las bestias y los hombres, la mujer soñada con su vestido de amor, el trueno, el llanto, el silencio y la risa, todo lo que te hace señero y señera, todo lo que es eterno.
Nos seguiremos encontrando por ahí hasta que usted quiera amigo Tiempo.
Vuelva el tiempo a ser lo que era, algo pasajero.......